viernes, 28 de enero de 2011

Semana.Trágica.Enero.1919.

La Semána Trágica en Argentina sólo puede ser entendida en el contexo de agitación internacional, así como por la tradición insureccional del movimiento obrero vernáculo. Tiene su génesis el año anterior, cuando 2.500 trabajadores de los talleres Vasena van a la huelga como respuesta a los despidos. Los obreros de la fábrica prolongan la acción, ante la indiferencia patronal y extienden sus reclamos a sus salarios, por la jornada laboral de ocho horas, por mejoras en las condiciones de trabajo. Ante diversos enfrentamientos entre los rompehuelgas y los trabajadores, la policía intervino acabando con la vida de varios manifestantes. 
La huelga general, liderada por la FORA del V Congreso, no se hizo esperar.
Durante el entierro de las victimas, la policía volvió a hacer fuego. A partir de allí, los grupos civiles de las clases altas conformaron la llamada Liga Patriótica Argentina,que realizó una caza de obreros, judios, y cualquier tipo de extranjero.
Yrigoyen  cedió el control de la ciudad a Dellepiane, coronel que supo como se debía reprimir a los "maximalistas". 
Más de 800 muertos (la cifra nunca pudo ser precisada pero se estima que pudo ascender hasta 1.500) y miles de heridos y detenidos fue el resultado de la intervención cívico-militar contra el movimiento obrero.
El "primer gobierno popular" superaría su cifra años más tarde en la patagonia.










Algunas imágenes de Victor L. Rebuffo sobre la Semana Trágica de 1919.

viernes, 21 de enero de 2011

Grabadores Argentinos del Siglo XX. Sergio Sergi (Sergio Hocevar)

Otros de los genios del grabado argentino, también por adopción es este señor: Sergio Sergi.
Humor, sutil ironía, crítica social, temas todos tratados con una técnica magistral, en la que se destaca el tratamiento expresivo, que va desde el burilado que remite a Goya, pasando por Guadalupe Posadas (comparaciones obvias si las hay) pero siempre con una impronta única y particular, la de Sergi. En esas pequeñas imágenes -maravillosas imágenes- queda reflejado tanto su trabajo de xilógrafo como de dibujante, esos trabajos de línea, de textura, de plano, en fin, de todos los recursos expresivos que brinda el grabado.


Sobre Sergi, Scafati dijo: "Algunos señalaban que había sido un excelente maestro en el arte del dibujo, aunque con un carácter irascible; alguna vez, ante un defectuoso trabajo de un alumno, no se le ocurrió mejor corrección que levantar el tablero y querer partirlo en la cabeza del aprendiz. A otros trató de desalentar en sus infortunios con la carbonilla aconsejándoles que siguieran otra carrera para la cual tuvieran más condiciones (...) Alguna vez me dijo: el grabado debe ser chico(...) Muchos no saben que trabajó en una importante agencia de publicidad en Buenos Aires y allí diseñó la mítica cabeza de Geniol."[1]

Existe un libro imprescindible: Sergio Sergi: Obra xilográfica completa y testimonios en una compilación de Sergio Hocevar; Inca Ediciones, Mendoza, 1994. Espero algún día conseguirlo. 

























[1] Revista Sudestada Nº73, Octubre de 2008.

jueves, 13 de enero de 2011

"Las Mellizas" de J.C.Onetti, Versión de Juan Sasturain y Alberto Breccia

Dos maestros uruguayos: Juan Carlos Onetti y Alberto Breccia, de la mano de Juan Sasturain.
(Adjunto más abajo los bocetos previos).

Una Breve anécdota contada por Juan Sasturain
La revista "Crisis" en la que -durante su primera estapa- se había editado el cuento "Las Mellizas", envió a España a Sasturain con la excusa de llevarle a Onetti una carta esctira por Soriano, y de paso entablar contactos con el autor para sumarlo al Staff de la publicación. Sobre el encuentro, el escritor argentino cuenta lo siguiente:

"Recuerdo que mi amigo el dibujante Juan Giménez -debo haber parado en su casa- me llevó en moto una calurosa tarde de julio o agosto. Toqué timbre y entreabrió ella, Dolly, la veterana compañera del monstruo, la custodia de la cueva. Le dije, ahí nomás en el pasillo, que venía de Buenos Aires, que traía una carta de Soriano para Onetti, que pensaba dejarle una revistas...

-Ah, Crisis... -dijo al descubrirlas-. Juan Carlos (¿o habrá dicho Juan?) está tan enojado con lo que le hicieron...

Visto en perspectiva, ahí es cuando debería haberme borrado. Sin embargo me quedé en el molde, no quise saber. Apenas parpadeé, esperé. Onetti era y es, significaba y significa mucho para mí y para cualquiera: en nuestro idioma, Borges, Felisberto y él. Después, el resto.

Y Dolly me hizo pasar -''Le voy a avisar a Juan Carlos''- y me dejó en el sillón del living desolado, inexpresivo, del que no puedo recordar sino una ventana no demasiado clara a la derecha, el pasillito de acceso a la habitación en el ángulo izquierdo. Me sentía tenso pero feliz en el fondo, con la guardia baja.

Y al final, apareció.

Estaba como lo vi en una entrevista de Televisión Española años después, hecha en la cama. En piyama claro y con medias azules de talón fugitivo -no me acuerdo de chinelas o chancletas-, despeinado o peinado a cuatro dedos, y con los gruesos anteojos algo ladeados. Acaso la barba crecida es un detalle que le agrego y no desentona.

Onetti me saludó sin registrar mi nombre -un dato innecesario-, se sentó a mi lado y, sin énfasis, grave e impersonal, en quince minutos, acaso en media hora, me destruyó. Mejor dicho: me dejó destruido.

No puedo reconstruir la conversación. Supongo incluso que no lo fue. Me quedan el clima y el efecto corrosivo. De salida fue al grano. Me contó a mí, el mensajero ocasional y para que lo transmitiera a quien correspondía, que lo que habían hecho con Las mellizas -''un texto personal, algo privado''- era una porquería. Que nunca lo hubiera autorizado. Que era un abuso de confianza imperdonable, una vergüenza haberse atrevido a hacer ''eso'' que incluso traicionaba el sentido de la historia...

Ahí -visto desde ahora- tuve mi segunda oportunidad de zafar. Debería haber hecho que tomaba nota, darle la mano, pedir vagas disculpas impersonales y escapar. Pero no. Hay algo peor que ser católico. Y es haberlo sido. No sólo me quedé sino que dije la verdad: fui yo. Yo, esta basura innoble y cuarentona, sin siquiera el atenuante de la irresponsabilidad juvenil; yo fui el que se atrevió a tocar el texto sagrado, profanar la Literatura con una grotesca versión a cuadritos. Y en seguida, tras adherir a sus reproches, esgrimí el atenuante, no del hecho en sí, sí de las circunstancias: creíamos que él autorizaba, creíamos que la revista tenía los derechos, no sabíamos -incluía a Breccia-, obrábamos mal de buena fe, pedí disculpas reiteradas. No me registró. Yo era un detalle. Yo no existía; lo importante era el enojo, la actuación soberbia, casi calderoniana de la honra y el texto personal mancillados. Y eso fue todo; soy incapaz de recordar nada más.

Me fui de ahí, no como quien se desangra sino como quien se adelgaza: podría haber pasado por debajo de la puerta, chatito, aplastado. Recuerdo la sensación de bochorno, vergüenza y humillación al llegar a la calle. No tenía margen de donde rescatarme: la verdad, era un inútil, un forrazo. Había hecho todo mal antes y durante; y el momento que podría haber sido sublime de cercanía con el maestro se había convertido en un mediocre infierno.

(...)

El cierre de algún modo equitativo me lo dio el salpicado Breccia, otro genio, otro impune, otro invulnerable: ''¿No le gustó el laburo? ¿Pero quién carajo se cree que es ese viejo pelotudo? No le des bola, Juan''. Y sentí que de algún modo, emparedado entre las moles de los dos veteranos uruguayos, yo era un Carlitos, uno que quedó en el medio de esos pesos pesado. Entonces me hice a un lado y recién ahí pude volver a respirar."

No hace falta aclarar que la versión de Sasturain y Breccia es increíblemente buena; eso sí, me falta leer "Las Mellizas" en prosa.
Quien tenga el texto original, por favor, no dude en publicarlo en los comentarios.

Salud.

Fuente: http://www.bitacora.com.uy/noticia_431_1.html













martes, 4 de enero de 2011

Victor L. Rebuffo. Rebelión. Obra Xilográfica 1927- 1983. Primera Parte.

















La obra Xilográfica de uno de los más grandes maestros del Grabado, el argentino (por adopción) Victor Luciano Rebuffo. En este post, la introducción y las primeras obras, hasta el retrato de Piötr Kropotkin.  Por las propias palabras de Rebuffo[1], es probable que haya considerado sus trabajos iniciales, no con desdén, sino como instancias ya superadas debido a lo que él llamó, en su momento, una actualización de sus conceptos plásticos. En las futuras entradas, debido a la organización cronológica del libro, se podrá entender su (posible) apreciación con claridad: el cambio formal de Rebuffo, su búsqueda de síntesis, su creciente sutileza, su refinamiento tanto estético como técnico, que por supuesto no restan ningún merito a sus primeras xilografías, en donde ya se percibe el germen de lo que sería años después.


[1] Me baso en los escritos del propio Rebuffo en la introducción del libro “Contra Luz”, publicado por Albino y Asociados en 1978, en la que al hablar de su serie de grabados de los años 50 que permanecían inéditos hasta ese momento  declara “ (...)al transcurrir el tiempo y actualizarse mis conceptos plásticos, consideré intrascendentes, faltos dé interés y trasnochada su publicación”